LEUCEMUMARIO DE LA GUIA MEDICA
La leucemia es una enfermedad muy grave, de tipo cancerígeno, que se origina en la médula ósea o en el sistema linfático y afecta los leucocitos de la sangre. Algunos tipos de leucemia son causados por virus, otros por la exposición a radiaciones ionizantes o a ciertos productos químicos, pero la mayoría tienen causa desconocida.
Existen dos clases distintas de leucemia: la leucemia linfoide y la leucemia mieloide.
La primera causa el deterioro de los linfocitos, que son células sanguíneas producidas por el sistema linfático; la segunda ataca los leucocitos, que son los glóbulos blancos que se producen en la médula ósea.
Los dos tipos de leucemia pueden presentarse en forma aguda o crónica.
LEUCEMIA LINFOIDE
La leucemia linfoide se presenta con mayor frecuencia en los niños (en particular, en los de edades comprendidas entre dos y cuatro años) y también en los adultos mayores de 65 años.
Los síntomas de la leucemia linfoide no son siempre idénticos, así puede dar lugar a anemia, infecciones recurrentes, inflamación de los ganglios linfáticos, fiebre, sudoración o agrandamiento del bazo o del hígado, que pueden palparse por debajo del borde intercostal.
Estos síntomas, no todos específicos, aparecen muy tardíamente, cuando la enfermedad está ya muy avanzada; por lo común, ésta se descubre antes de la aparición de los síntomas, en un análisis de sangre de una revisión médica habitual.
La leucemia linfoide era una enfermedad incurable hasta hace pocos años, pero los modernos tratamientos logran la curación en muchos casos, en función del tipo de leucemia, edad del paciente y otros factores, y siempre consiguen aliviar los síntomas y prolongar la vida del paciente.
El tratamiento habitual consiste en la administración de antibióticos, y en la quimioterapia y la radioterapia, que también se aplican en otros tipos de cáncer.
LEUCEMIA MIELOIDE
La leucemia mieloide, de incidencia menos frecuente que la linfoide, afecta sobre todo a adultos de edad avanzada.
Sus síntomas más característicos son anemia, palpitaciones y dificultades respiratorias, además de una considerable falta de resistencia ante las infecciones y tendencia a sufrir hemorragias.
En el caso de la forma aguda, los síntomas aparecen de forma súbita y se hacen muy evidentes en unos pocos días.
El tratamiento de la leucemia mieloide requiere, inicialmente, internamiento hospitalario.
Se somete al enfermo a transfusiones de sangre rica en plaquetas, para deterner las hemorragias y, más adelante, se le trata con citostáticos, sustancias que destruyen las células cancerosas, pero también muchas células sanas; el afectado se encuentra entonces en un período crítico, con alto peligro de infección, por lo que se le mantiene en una unidad de cuidados intensivos en condiciones de asepsia.
Tras este período, y transcurridos varios días después de que se hayan destruido las células cancerosas, empiezan a producirse células nuevas, sanas, la enfermedad remite en un plazo de dos a tres meses y el paciente puede abandonar el hospital.
La posibilidad de remisión inicial de los síntomas es elevada, si bien la enfermedad tiende a reaparecer posteriormente al cabo de uno o varios años.
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